En esta ocasión Cristina, psicóloga de Vigo CRC, vuelve a Little Vigo para hablarnos de las rabietas de los peques, etapa complicadilla ¿verdad?. Estas son las claves para manejar la situación:
Las rabietas o berrinches son tan comentados en los corrillos de papás y mamás como desesperantes, y nos parece un comportamiento extraño e ilógico pero si nos paramos a pensarlo un segundo, no lo es tanto.
Hacia los 2 años, cuando los peques empiezan a ganar mas autonomía, a moverse con cierta soltura y sentirse más seguros, empiezan a reaccionar de forma desmedida cuando no consiguen o se les niega algo que quieren, y es curioso porque casi todos los niños pasarán por esta etapa y sin embargo parece que nos avergüenza o que habla de nuestra calidad como padres el hecho de que nuestro hijo tenga una rabieta en pleno supermercado. Dejemos entonces de avergonzarnos de algo que es prácticamente natural, algo que forma parte del proceso de aprendizaje de cada niño.
¿Por qué se pone mi hijo a llorar y patalear de esa forma para conseguir lo que quiere? Pues como te decía, no es algo tan ilógico si lo piensas. Antes de los 2 años los niños apenas son capaces de comunicarse, cualquier cosa les parece una amenaza que no saben enfrentar y la única manera de alertar a quién les protege es llorando con fuerza, con mucha fuerza si quiero asegurarme de que venga rápido, y por lo que comprueban en su corta vida parece que funciona, por tanto la tendencia a comunicarse con llantos permanece hasta que la habilidad para hablar mejora y la frustración se tolera con más facilidad. O por lo menos así ocurre en la mayoría de los casos… porque no todos los niños evolucionan de la misma forma, ni al mismo ritmo.
Y aunque no todos los niños son iguales si existen algunas pautas que nos pueden ayudar cuando la rabieta aparece:
- Permanece con tu hijo sin reaccionar a sus peticiones: es fundamental que te mantengas calmado y firme, gritarle o agarrarle con fuerza solo le alterará más.
- Llévale a la “zona de calma”: si esto ocurre a menudo, podéis acotar una zona de la casa libre de estímulos en la que permanecer algunos minutos para que se tranquilice. No más de un minuto por cada año de edad.
- No trates de razonar con él: cuando los niños están en ese estado de nerviosismo la capacidad de razonamiento queda completamente anulada, y probablemente le generarás aún más frustración porque no será capaz de entenderte.
- No caigas en la trampa de ofrecerle otra cosa si cesa. Cómo ya sabrás ante una rabieta no hay que ceder a lo que tu hijo te pide, como tampoco hay que ofrecerle una compensación “Si paras ya la próxima vez que vengamos te lo compro!”; “Tranquilízate y veremos la película que te gusta a la cena”. No habrá conseguido exactamente lo que quería pero el resultado tampoco está mal.
Quédate con la idea de que tu hijo no tiene la rabieta para avergonzarte, simplemente se ha frustrado y todavía no sabe lidiar con esas emociones, tu hijo te está pidiendo que le ayudes a gestionar toda esa frustración y trasmitirle calma será la base principal para hacerlo. Las rabietas suelen durar en torno a 10 minutos pudiendo llegar a un máximo de 30 debido al desgaste que suponen para el niño, debes resistir ese tiempo sin entrar en sus peticiones ni perder los papeles. Cuando les prestamos atención durante la rabieta les hacemos ver que si quieren que les hagamos caso, el mal comportamiento funciona y eso pueden arrastrarlo hasta la adolescencia, donde gestionar sus conductas será más complicado.