¿Protegemos demasiado a nuestros peques? Cristina, psicóloga de Vigo CRC, nos cuenta en esta ocasión, dónde está el límite, para no caer en la sobreprotección.
«Proteger a nuestros hijos y que ellos así lo sientan es fundamental para su desarrollo físico y emocional. Saber que pueden contar con nosotros y que vamos a estar para ellos si lo necesitan es a fin de cuentas una de las necesidades principales de cualquier menor. Por eso es tan difícil delimitar la línea que hay entre la sobreprotección y la satisfacción de los cuidados básicos.
Pongamos un ejemplo, mi hija me cuenta que durante varios días en la escuela un niño le ha quitado su merienda de la mochila y ella se ha quedado impasible sin saber que hacer. Planteemos dos opciones, en la primera de ellas soy yo quién se acerca a ese niño para decirle que no puede volver a ocurrir y de nuevo mi hija permanece impasible mientras su mamá lo resuelve; en la segunda opción voy a junto de ese niño acompañada de mi hija. En el primer caso he resuelto el problema mi peque, ella podrá estar tranquila pero no habrá aprendido qué hacer si vuelve a pasar; en el segundo caso, mi hija se habrá sentido respaldada por su madre y además habrá aprendido cómo dirigirse a este u otros niños cuando se de una situación así. Es decir, cuando soluciono sus problemas por ella, la sobreprotejo, cuando le ayudo y le muestro como hacerlo le doy mi apoyo y además le doy herramientas para que la próxima vez no se quede bloqueada.
¿Todavía no lo tenéis claro? Veamos algunos ejemplos cotidianos de sobreprotección:
Insistir para que acuda al servicio: “vete al baño que llevas muchas horas sin ir”, de esta forma no permitimos que ellos mismos identifiquen sus necesidades fisiológicas ya que nos adelantamos a ellas.
Advertirles de los peligros que nosotros mismos estamos anticipando: “Ten cuidado que si vas tan rápido te podrías caer”; “la excursión al zoo… no se, está muy lejos me parece un poco peligroso”. Dejamos caer la idea de que el mundo es un lugar peligroso al que hay que temer porque en cualquier momento pasará algo terrible, pero… si me adelanto a adivinarlo lo podré controlar. La realidad es que no podemos controlar aquello que todavía no ha pasado y si al final no ocurre habremos perdido un tiempo maravilloso estresándonos en vano; incluso si ocurre, habremos perdido ese maravilloso tiempo tratando de controlar algo incontrolable.
Vestirles: en este caso las prisas nos juegan una mala pasada, pero no olvidemos que podemos levantarles 10 minutos antes. También es positivo el permitir que ellos escojan que ropa ponerse o darles varias opciones para que decidan.
Intervenir en cualquier conflicto que tengan con otro niño dándole siempre la razón a nuestro hijo.
Es habitual además que desde la sobreprotección no se le exijan obligaciones o responsabilidades “es un niño… tiene que jugar”, “es que él no lo hace bien”, o “su deber es estudiar, no tiene tiempo para estar haciendo su cama, recogiendo todo y demás…”. Le hacemos un flaco favor enseñándoles que no hay tiempo para todo porque el día de mañana tendrá que trabajar y responsabilizarse de su hogar y su familia igual que hacemos nosotros, aprender a gestionar el tiempo es algo que deben hacer desde pequeños.
No olvidéis que muchas veces la sobreprotección viene con la mejor de las intenciones pero las consecuencias negativas pueden afectar a la confianza y autonomía de nuestros hijos, convirtiéndose en algunos casos en adultos miedosos, dependientes, o que se frustran con gran facilidad porque no han aprendido a tolerar que las cosas no siempre salen como a uno le gustaría.
El ser humano aprende a partir de las consecuencias negativas y positivas de su propia experiencia, por lo que nada será tan valioso para su aprendizaje y desarrollo como lo que haga y viva por sí mismo».