«Aprender a tolerar la frustración ya es difícil cuando somos adultos, imaginaos lo que supone para los niños que tienen una visión inmediata de las cosas, ellos no entienden lo que significa el largo plazo, y más si tenemos en cuenta que en su mundo la mayor parte de los problemas se solucionan si le piden ayuda a un adulto. ¿Qué ocurre entonces cuando el adulto no puede ayudarles? ¿Qué pasa si el plan no sale como ellos esperan? Muchos niños en ese momento empiezan a sentirse ansiosos, se enfadan y pierden el control, llegando incluso a gritar y golpear los objetos que tienen cerca.
Quizá hayas notado que si le dices a tu hijo que a la tarde iréis al parque pero al final esto no ocurre él no entiende ninguna de las razones que le das, se enfada o llora y se muestra angustiado. Esta es una señal de baja tolerancia a la frustración, pero quizá esto lo habrás notado en otras cosas como en su reacción a peticiones que le son rechazadas, juguetes que no consigue o trabajos del cole que no le salen como esperaba.
Es el momento de actuar, la infancia es la mejor época para aprender a tolerar la frustración y este es un aprendizaje que aprovechará toda su vida.
- Premiarle por el esfuerzo: no esperes a ver los resultados para felicitarle o reforzarle, los niños necesitan asimilar que lo importante es la constancia, no siempre van a conseguir todo lo que se propongan, pero si persisten conseguirán muchos de sus objetivos.
- Invítale a realizar actividades o deportes que no le resulten fáciles, quizá no sea el mejor en el equipo de baloncesto o en las clases de robótica o baile, pero precisamente por eso es muy importante que no lo deje, tras varios meses se sentirá tremendamente orgulloso de ver cuanto ha mejorado.
- No hagas trueques. Si al final no es posible conseguir eso que quería no le ofrezcas algo a cambio por norma, de lo contrario aprenderá que cada vez que se disgusta y se frustra acaba sacando algo en limpio.
- Ayúdale a aprender de sus errores. Si algo no ha salido bien, no lo vamos a arreglar al enfadarnos con él, lo que si es útil es buscar tranquilamente donde han estado los errores y pensar como hacerlo mejor en la próxima oportunidad, siempre hay otra oportunidad.
- Plantear objetivos realistas. Seguro que esta situación os suena en casa: “inglés no es mi fuerte pero esta vez le he dedicado más horas a preparar el examen y cuando me llega la nota… he sacado un 6, ¡pero con todo lo que estudié yo me merezco un notable!”. Lamentablemente los exámenes no funcionan así, por tanto antes de que llegue el día del examen vamos a plantear la idea de que si en el anterior saqué un 3 o un 4, el hecho de que a este le haya dedicado más horas de estudio ya es algo de lo que sentirse orgulloso, pero si además mejoro mi nota y lo hago obteniendo 3 puntos por encima…. Entonces sin duda estoy yendo por el camino correcto y ese es mi objetivo.
- No intestes razonar con él en el momento del enfado, probablemente con esto solo conseguirías perder energía y paciencia, lo más útil es esperar a que se calme y ayudarle a que lo haga, cuando lo haya logrado podremos razonar sobre lo ocurrido.
Y por supuesto no te olvides de dar ejemplo, intenta no culparte en esas ocasiones en que algo no sale como esperabas, evita los “¡soy un desastre!”; “¡nunca salen las cosas como uno quiere!”; etc. Ni son productivos para uno mismo, ni tampoco lo son para el aprendizaje de los más peques de la casa».